
Regla básica: Siempre es mejor no criticar
No hay dudas de que los seres humanos somos imperfectos por naturaleza. Es por eso que cometamos errores en disimiles aspectos de la vida. Ya sea a nivel emocional, profesional o social, corremos el riesgo de equivocarnos en cualquier momento. Sin embargo, aunque tengamos claro que “errar es humano”, es habitual que nos cueste trabajo reconocer las veces que hemos fallado.
Si alguna vez te ha tocado hacer comprender a un conocido que ha tomado el camino incorrecto, es muy probable que su reacción no haya sido la más civilizada. La cuestión está en que si deseas contar con la simpatía de alguien, y a la misma vez necesitas persuadirlo de hacer (o no) determinada acción, entonces primero que nada debes ponerte en su propia piel.
Persuadir, ser sincero y no condenar
Hacer notar a alguien que debe cambiar de aptitud es una tarea bastante complicada. Sin embargo, en muchos momentos de nuestra vida será inevitablemente necesario. Ya sea en el trabajo, en el hogar, o entre amigos y conocidos, más de una vez tendremos que actuar de “grillito pepe”. ¿Cómo lograrlo sin que los demás se sientan ofendidos?
Nunca critiques, nunca condenes
Ningún hombre se critica a sí mismo por muy grande que sean los errores cometidos. En el fondo cada quien cree tener fuertes razones que justifica su comportamiento. Criticar solo conseguirá lastimar su orgullo, herir su autoestima y hacer brotar resentimientos hacia tu persona. Criticar es inútil porque harás que esa persona se ponga a la defensiva y nunca estarás más lejos de hacerla cambiar de opinión.
A. de Saint Exupéry una vez escribió: "No tengo derecho a decir o hacer nada que disminuya a un hombre ante sí mismo. Lo que importa no es lo que yo pienso de él, sino lo que él piensa de sí mismo. Herir a un hombre en su dignidad es un crimen".
Trato honrado y sincero
A la hora de intentar hacer reflexionar a los demás es primordial hacer el uso de un trato honrado y sincero. No se trata de adular ni recurrir a la hipocresía. Solo es cuestión de reconocer las verdaderas virtudes del otro y demostrar tu apreciación de manera sincera. Reconocer y elogiar las cualidades será un pase válido a la hora de convencer a las personas en cualquier aspecto de la vida.
Persuade de manera suave y sutil
Si intentas convencer a alguien de algo específico, primero debes ponerte en su lugar. Piensa en sus gustos, háblale en su tono y demuéstrale cómo podría conseguirlo. En vez de tratar de explicar qué debe hacer, es mejor que te detengas un instante e idees una estrategia para despertar su interés en hacerlo. Presenta tus razones de manera tal que el otro vea los beneficios que le genera. Una vez que consigas insinuar lo favorable de aquello que propones habrás puesto el motor a funcionar.
“Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, un gran libro
Para suerte de todos, Dale Carnegie regaló a la humanidad un libro que tiene mucho que enseñarnos en materia de interacción social. Sus ideas son muy claras, y explican de forma simple en qué consiste su estrategia. La cuarta y última parte de este libro lleva el título de “Sea un líder: Cómo cambiar a los demás sin ofenderlos ni despertar resentimientos”, y habla precisamente de cómo modificar comportamientos en otras personas sin que medie el repudio o descontento de por medio.
El elogio y el aprecio fungen como un gran anestesiante a la hora de realizar críticas. Elogiar antes de hacer un señalamiento prepara el instante de manera adecuada. Es mucho más fácil escuchar algo negativo después de haber escuchado algún elogio. Por tanto, si nos tomamos el tiempo de elogiar, y demostrar nuestro aprecio (verdadero), estaremos allanando buena parte del camino.
Las críticas indirectas tienen una repercusión más efectiva que las críticas directas. La diferencia entre la crítica directa e indirecta, es que entre ellas media la palabra “pero”. Por ejemplo, si eres entrenador deportivo y dices a tu discípulo: “Fabio, estamos realmente orgullosos de tus resultados en el terreno, pero si te esfuerzas más tus goleadas serían mucho mejores”, tu alumno Fabio estará satisfecho con todo lo dicho antes de la palabra “pero”. Mientras que el resto de la frase lo hará dudar de la veracidad del elogio recibido. Sin embargo, ¿Qué pasaría si dijeras?: “Fabio, estamos realmente orgullosos de tus resultados en el terreno, y si sigues esforzándote podrás incrementar la calidad de tus goleadas al nivel de todos tus demás desempeños”. Seguramente ahora tu discípulo sí creerá en el elogio, porque no percibirá crítica en la frase. Pero a pesar de todo, hiciste un señalamiento de aquel aspecto que deseas que mejore (sus goleadas).
Carnegie nos habla de lo útil que resulta hablar de nuestros errores antes de criticar a los demás. Según nos dice en su libro, “No es tan difícil escuchar una relación de los defectos propios si el que la hace empieza admitiendo humildemente que también él está lejos de la perfección”. Por otra parte, manifiesta que cambiar las órdenes por preguntas, no solo estimula la creatividad del involucrado, sino que “Es más probable que la gente acepte con gusto una orden si ha tomado parte en la decisión de la cual emanó la orden”
Mediante el punto “Permita que la otra persona salve su prestigio”, el autor nos narra la importancia de permitir al señalado salvar su prestigio. Muy por encima de la equivocación de la persona debe estar su derecho a limpiar su honra. Algunas palabras de consideración acompañada de una comprensión verdadera, son una gran medicina a la hora de aligerar el dolor de la vergüenza ante algo mal hecho.
Al final, la idea es lograr que la otra persona sienta la “rectificación” como un proceso natural, y para nada como algo forzado. Hacer notar que enmendar un error es una tarea sencilla y, por sobre todas las cosas, que parezca que la metamorfosis a partido de su propia voluntad.
Criticar nunca será la manera ideal para demostrar nada a nadie. La persuasión será la fórmula más efectiva de conseguirlo sin que los demás se sientan ofendidos. No hay otra salida que cambiar las demostraciones científicas por argumentos interesantes y fáciles de comprender por la otra persona. Nunca olvides que a la hora de reprender es mucho más saludable convencer en lugar de vencer. ¿Qué opinas tú?
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